Expresar nuevas miradas de los temas con los que a diario convivimos resulta un tanto desafiante. Sin embargo, esa práctica tiene efectos productivos siempre que tengamos un sustento válido y claro, que permita contrastar sin ambigüedades la teoría con la práctica.
Podemos apreciar innumerables debates para redefinir y dar conceptualizaciones ampliadas de temas, disciplinas, enfoques y otros. Hoy se habla y especula mucho y a toda voz sobre deportes, política, negocios, tecnología, desarrollo, pobreza y otras temáticas. Curiosamente, en esta amplia variedad de disciplinas y temáticas tradicionales, podemos encontrar algunos elementos comunes, y uno de ellos precisamente sería el liderazgo.
Y es que el liderazgo ha estado presente desde siempre, sólo por mencionar algunos ejemplos: Jesús de Nazaret[1], el Inca Pachacútec[2], Ramón Castilla[3], Juan Pablo II[4], José Mujica[5], entre otros.
Las definiciones de lo que es el liderazgo y de lo que implica ser un líder también son numerosas y variadas. Pero, las que mejor representan a este concepto complejo son las que la relacionan directamente con la inteligencia emocional y las habilidades blandas.
Un auténtico líder se reconoce porque escucha a los suyos y porque toma decisiones conscientes, evaluando las repercusiones. Vemos entonces que aparece la “inteligencia emocional”, una habilidad que resulta clave en el liderazgo[6].
Liderazgo e inteligencia emocional van de la mano. Los líderes que dominan las habilidades sociales de la inteligencia emocional son comunicadores eficaces, abiertos a escuchar todo, expertos en dar apoyar a los suyos y empoderarlos, esto los potencia para la gestión del cambio y resolución de conflictos.
La inteligencia emocional es la capacidad de entendernos y gestionar emociones propias y de quienes nos rodean. Inteligencia emocional es saber lo que sentimos (no sentir lo que ya sabemos), lo que significan y cómo pueden afectar a otras personas[7].
Al hablar de liderazgo en nuestros tiempos, se evocan un conjunto de capacidades, de actitudes y de habilidades, tales como las habilidades blandas: Comunicación asertiva, trabajo en equipo, empatía, negociación efectiva, mediación, entre otros. Sin embargo resultaría insuficiente, incluso con todas estas y otras habilidades, que un liderazgo transformacional[8] se manifieste en su verdadera dimensión si no ha desarrollado un suficiente nivel de conciencia necesario para su propósito de generación de cambio y creación de valor.
Este despertar de conciencia que se menciona, implica en gran medida un elevado nivel de autoconocimiento, determinación, proactividad y una mirada profunda al interior de uno mismo; así como también, un fuerte arraigo hacia la búsqueda de la verdad, dejando de lado estereotipos, prejuicios, egos.
Citando uno de los postulados de Michael Porter “La eficiencia en la economía y el proceso social no son opuestos. Los negocios deben reconectar el éxito de la compañía con el progreso social[9]”, claramente se puede apreciar una misma orientación de dos disciplinas que suelen ser catalogadas como divergentes en su búsqueda hacia el propósito del bien común, del bienestar colectivo.
De otro lado, también podríamos preguntarnos cuántos líderes involucrados en las distintas disciplinas ligadas a Economía, Sociedad y Empresa, Negocios y Emprendimiento, realmente piensan y actúan en coherencia a esta premisa. ¿Son Pocos? ¿Son muchos? Y aunque este artículo no busca indagar en las razones de una u otra, si resulta importante identificar las razones por las cuales los enfoques bajo los cuales se desarrollan los actuales liderazgos presentan en ocasiones algunas incongruencias en cuestiones que deberían tener similitudes: ¿El fin supremo son las personas? ¿Se están formando seguidores o nuevos líderes? ¿Una organización es un ente inerte o vivo? ¿Una empresa es consciente[10] o inconsciente?
Independientemente de los enfoques tradicionales y actuales, salta una pregunta ¿Cómo debieran los líderes actuales y en formación, replantear sus estrategias?
De hecho, deberían ampliar su visión personal para observar mejor la situación de su contexto (generalmente agitado y convulsionado, lleno de ruido, con poca visibilidad, con relaciones fragmentadas dentro y entre, con individualismos tóxicos, etc.); esto permitiría clarificar su perspectiva dentro de una organización, comunidad, territorio. No solo es cuestión de ver en prospectiva y actuar con determinación, sino sobre todo de ir haciéndolo de forma consciente.
No podemos dejar de mencionar la relevancia de la visión en una organización, la cual se va afianzando (al igual que la misión), y la misión a su vez se va alimentando del compromiso, sacrificio y entrega total. Se necesitan de eslabones que re-encaminen hacia una visión y misión ideal, estos podrían ser propósitos mayores, métodos de trabajo, objetivos compartidos y un líder visionario.
A nosotros como futuros líderes nos tocaría, ver al futuro, mirar a la distancia, detectar los desafíos, soñar y hacer soñar, mirar las próximas etapas, momentos, generaciones, y hacer que trasciendan en el tiempo.
Un(a) líder es capaz de retomar y realizar proyectos truncos, está dispuesto a servir, acepta con diligencia los desafíos, aprovecha lo que se le presenta, deja de lado sus comodidades, responde a sus compromisos, se aparta de las ataduras del pasado. Una visión con auténtico liderazgo se caracteriza porque:
- Empieza con las prioridades de los actores y factores.
- Se conecta con la identidad de los colaboradores.
- Es incluyente
- Es más grade que el mismo líder
- Se conecta con las convicciones más profundas del líder
- Es tangible y fácil de comunicar.
- Tiene un valor que permanece en el tiempo.
Fuentes:
Lectura (fragmento): Margaret Wheatley, ENCONTRANDO NUESTRO CAMINO: Liderazgo para un Tiempo Incierto, Berrett-Koehler Pubs., San Francisco, CA., 2005
Revista Impacto. Edición 701. MMM. Lima, 2012.
[1] Ginocchio, C. (2009, Jul 3). Jesús como modelo de líder. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/jesus-modelo-lider/
[2] SUMAQ (2017, May 10). Pachacútec fomentó el gran poderío incaico. Recuperado de https://perusumaq.com/2017/05/10/como-el-imperio-incaico-alcanzo-tamano-prestigio/
[3] Pinto, J. (2016). La construcción social del estado en el Perú: El régimen de Castilla y el mundo popular, 1845-1856. Recuperado de https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-71942016000200008
[4] Pereira, J. (2018, Ene 22). El liderazgo de Juan Pablo II. Recuperado de https://www.jaimepereira.es/blog/el-liderazgo-de-juan-pablo-ii
[5] Aguilera, F. (2012, Nov 30). Liderazgo político José ‘Pepe’ Mujica. Recuperado de https://prezi.com/-vdj5mzlfedu/liderazgo-politico-jose-pepe-mujica/
[6] Rodríguez, E. (2014, Mar 14). La inteligencia emocional en el liderazgo. Recuperado de https://lamenteesmaravillosa.com/inteligencia-emocional-en-el-liderazgo/
[7] Encarnación, E. (2014). La inteligencia emocional. Recuperado de http://www.eoi.es/blogs/mintecon/2014/04/28/la-inteligencia-emocional/
[8] Bass, B. (1985). Liderazgo y performance más allá de las expectativas. The Free Press.
[9] Porter, M. & Kramer, M. (2011, Enero-Febrero). Creación de Valor Compartido. Recuperado de: http://afecolombia.org/en-us/FoundationDetail/ArtMID/624/ArticleID/1298/Art237culo-de-Inter233s-Creando-Valor-Compartido-M-Porter-y-M-Kramer
[10] Kofman, F. (2012). La Empresa Consiente. 1a ed. Buenos Aires. Recuperado de: http://escuelainternacionaldecoaching.com/downloads/MATERIAL/La%20empresa%20consciente%20-%20Fredy%20Kofman.pdf